EL CANCILLER DE LOS COLECCIONISTAS DE VINILOS

Vinilocos | Por Ricardo Montoya | Fotografías Jess Ar

En 2017 Ricardo Montoya fue ganador de la convocatoria municipal de Estímulos con el trabajo «Acetatos y vinilos: colecciones para la historia”, expuesto y divulgado en varios espacios  de la ciudad. Muchas de esas historias de vendedores, coleccionistas y lugares donde este formato musical es el protagonista serán compartidas en PlanC cada quince días. Comenzamos con Juan Carlos Álvarez Echeverri, al que se puede considerar como el canciller de los coleccionistas de Pereira.

A las cuatro de la mañana es posible encontrárselo pedaleando por la Avenida Sur, escuchando con audífonos “Hasta que el cuerpo aguante”, un programa de la radio mexicana en el que colabora. Dice que es el tiempo que tiene para hacerlo. Igualmente escucha así sus propios programas transmitidos por las radios culturales de Pereira y Manizales.

Siete horas de programas semanales le representan más de 24 de preparación, digitalizando sus discos de pasta y vinilo, elaborando libretos, corrigiendo, editando y grabando para deleitar a su numerosa audiencia de: “Tropicalísimos de Colombia”, “Discoteca tropical” y “Suena la vitrola”, además de programas especiales para los días festivos.

Pero, además, mientras oye su música, prepara ponencias para eventos como los Encuentros de boleros en Pereira, Armenia, Caicedonia, Cali; Encuentros de melómanos y coleccionistas de Envigado, Bucaramanga, Anserma, La Virginia y muchas poblaciones más. Dicta conferencias y coordina comisiones en la Corporación Club Sonora Matancera de Medellín.

Es presentador de los festivales de música que transmite la Emisora Cultural de Pereira y en esta función hace reportajes con figuras de la canción. Pero también lo ha hecho en México donde logró una entrevista que es todo un documento con Tony Camargo. En los Coloquios Internacionales de Bolero realizados en La Habana, Cuba, en 2.016 y 2.018 ha sido invitado.

En su tiempo libre es un ingeniero, responsable de que los pereiranos tengamos un buen servicio de acueducto.

Juan Carlos es un manizalita nacido en 1959 y desde niño fue picado por el bicho de la música pues sus padres eran excelentes bailarines y en las Ferias de Manizales se hacía ruedo para verlos en los remates de corrida por la carrera 23.

Cuando tenía catorce años compró el primer disco para su mamá: “Memorias de una vieja canción” cantado por Leonor González Mina, y desde entonces, no ha parado de crecer su discoteca. Solamente cuando ya era ingeniero y podía disponer de dinero para comprar discos creció su colección. En 1982 empezó a clasificar sus discos y a comprar escogiendo, y a partir de ese momento se considera coleccionista.

Juan Carlos se puede considerar como el Canciller de los coleccionistas de Pereira, pues por sus contactos nacionales e internacionales trae a la ciudad a personajes de la música, casi siempre por su cuenta. Germán Rodríguez, cantante e investigador, autoridad en Enrico Caruso; Alberto Sánchez, coleccionista, investigador de músicos colombianos en Argentina y especialista en Jorge David Monsalve-Marfil-; Jaime Rico Salazar, escritor especialista en bolero y en música colombiana; Felipe García, trovador y compositor yucateco; Gaspar Marrero, investigador y musicógrafo cubano; Ricardo Stockdale y Pablo Taboada, coleccionistas argentinos especializados en Carlos Gardel, por mencionar solo algunos.

Destacamos aquí el papel de este viniloco como gestor cultural de Pereira.

TSHEGUE, ERUPCIÓN VOLCÁNICA DE AFRO PUNK

Por Christian Camilo Galeano | Fotografías Jess Ar

La Fiesta de la Música en Pereira llegó en este 2019 a su edición 13 al aire libre el pasado sábado 22 de junio. Año tras año nos sorprende por su poder de convocatoria, tanto de las bandas emergentes de la región que participan, como del público asistente que se goza el parque y la diversidad de ritmos ofrecidos. Por primera vez tuvo una semana previa con múltiples actividades (exposiciones, conciertos, charlas, talleres) en diferentes espacios.

Destacamos de esa programación el concierto en el Teatro Santiago Londoño con la agrupación Tshegue, desde los suburbios de París.

En el teatro Santiago Londoño de la ciudad de Pereira, La Alianza Francesa dio el preámbulo a La Fiesta de la Música con una banda que nos recordó que antes que palabra, somos música, cuerpo y comunidad. Tshegue, en pocas palabras, podría definirse como una erupción volcánica, donde poco a poco los sonidos tribales africanos, daban paso a esa influencia garage rock que termina por abolir las diferencias culturales.

Tshegue proviene de las periferias de África y París; solo desde allí se puede construir una música que contenga tradición e irreverencia. Beber de las raíces de la humanidad, de donde surgieron aquellos homínidos que articularon palabras, y no contentos con esto, dieron forma a los primeros cantos.

Y a su vez los suburbios: hogar de los exiliados de la humanidad, donde nacen sentimientos de resistencia y toman forma sonidos musicales toscos, violentos que quieren destruirlo todo. Gritos de protesta, a veces melódicos en otras ocasiones no tanto, ¡no importa!, lo que vale es recordarle a la sociedad que allí hay personas olvidadas que padecen y cantan. Son las fuentes de las que bebe Tshegue, bebe para cantar.

A partir de este torbellino musical nace Tshegue. Esta banda arribó a Pereira a reiterar que la música parece ser un lenguaje universal. El concierto inició con unos sonidos ancestrales africanos, recordando al público expectante que otra tierra es el hogar perdido del ser humano.

Después, el estallido y la fuerza de Faty Sy Savanet (vocalista) que hizo de todo el teatro su escenario. Su voz fue la voz de todos los asistentes, no había una lengua en común, pero si un mismo canto. Cada uno de los asistentes vibró con los canticos y movimientos de aquella africana, su cuerpo era parte de la canción. Aquel público más que saberlo, lo sentía, las sillas se movían, los pies de muchos querían saltar al igual que Faty. El cuerpo vibraba y la música continuaba. Faty, bailó e invitó a saltar con ella, muchos aceptaron y los cuerpos en movimiento fueron parte del espectáculo.

En un éxtasis musical muchos asistentes terminaron bailando al borde del escenario, se agitaban al compás de los movimientos y cantos de Faty. Pero esta no fue la consumación del espectáculo. Faty se mescló con el público, bailó en medio de jóvenes y adultos para al final invitarlos a tomarse el escenario junto a toda la banda. La música logró que aquel evento pasara a ser una fiesta, donde las diferencias se perdían.

La cantante bailaba y se movía entre el público; Tshegue era el público y los espectadores eran Thsegue, al final no había banda ni espectadores, solo una fiesta.

Por poco menos de una hora, Thsegue recordó que hay formas diferentes de comunicar y compartir con los otros. Una comunidad se puede construir a partir de un canto que, aunque no comprendamos su idioma, vibramos con aquella voz y esos sonidos; intuimos que detrás de todo canto se hallan pistas de lo que es el ser humano.

¿Qué impresión deja esta banda parisina en la ciudad? Sin lugar a dudas, esta fiesta de la música en el teatro Santiago Londoño anuló las distancias que imponen las lenguas y las geografías. Borró las diferencias entre artistas y espectadores. Y lo más importante, afianzó esa alianza milenaria entre las personas y la música.

DEL CAOS AL VERSO

Por Maritza Palma Lozano | Fotografías Tropa Teatro

En el Festival de Teatro Clásico de Almagro 2018, la agrupación había presentado su obra Quijote, espejo del hombre, sin saber que una presentación los llevaría a otra, ya que el director del Festival, Ignacio García, les recomendó montar el clásico La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, para que volvieran en este 2019; y así será, después de la presentación que harán en Pereira el 18 de julio.

Del caos al verso y de la representación al reencuentro se gestó el montaje más reciente de Tropa Teatro: La vida es sueño.

Enfrentarse a una obra escrita por uno de los más representativos autores de la literatura barroca, les abrió un camino hacia sucesos que los llevaron a vivir la rabia y la risa durante un montaje que, como la vida misma, se convertiría en un “enfrentamiento constante con lo adverso”, pero no una adversidad fatal, sino una que en medio de las marañas de los procesos creativos saca a flote lo más humano.

Una gran lección que tiene la obra es admitir que la vida es un sueño, entonces uno dice ¿me la voy a soyar o la voy a padecer?” cuenta Maryuri Ruiz, quien interpreta a Estrella, mientras Gustavo Vidal, quien protagoniza a Segismundo, complementa hablando sobre la exploración de crear un personaje, ya que si bien al principio todo es técnico, hay un punto de quiebre donde “el personaje devuelve como si fuera una mirada de uno”, como si el teatro dejara de ver hacia afuera y se convirtiera en pretexto para verse a sí mismo.

EL CAOS

Cuando se dio la propuesta de hacer la obra, los integrantes de Tropa Teatro pensaron inicialmente que el montaje estaría para el año 2020, sin embargo, tras ratificar la decisión de que fuera además su primera coproducción con la agencia de consultoría de Bogotá +Cultural, se propusieron el primer gran reto: la obra tendría que estar lista en menos tiempo.

Como toda una carrera, o más bien una obra, contra reloj, en noviembre y diciembre del 2018 empezaron las lecturas. Lo primero que tuvieron al frente fue un texto denso, que si bien es comedia, resultaba ser “una obra muy ladrilluda, muy pesada, [donde] el lenguaje era complicado porque nosotros no estamos acostumbrados ni a escuchar, ni a recitar el verso”, dice Gustavo.

Así, coincidieron con su primera dificultad, sin embargo como cuenta Diego Zabala “nosotros trabajamos bajo el principio de incertidumbre […] incluso tomamos el caos como una oportunidad de creación”.

Siguió el análisis, el estudio del barroco y las lecturas colectivas de la obra llegaron a hacerlas más de 40 veces. Entre febrero y abril le invirtieron toda la energía al laboratorio que les permitió desarrollar los frentes escénicos de su obra, a preparar una propuesta de música barroco-andina original, con la asesoría de Germán Piñeros, y garantizar todo el entrenamiento para la construcción dramatúrgica en la que también trabajaron sobre las bases de Virgilio Ariel Rivera.

Todo fue cobrando una forma que les permitió reafirmar que la obra, pese a ser de época, tenía vigencia en la Colombia actual, pues La vida es sueño, además de comedia es un juego de poder que aborda la idea del perdón, y en palabras de Maryuri “es un juego muy macabro porque [en Colombia] estamos acostumbrados a obedecer”.

EL ENCIERRO

Una vez avanzados en sus fases creativas la Tropa, como ha sido costumbre en el montaje de sus obras anteriores, se aisló para hacer su primer ensamble. Del 01 al 31 de mayo, dejaron de ensayar en el Teatro Alcaraván, y se encerraron en una finca en la Vereda Santa Ana Alta; allí adecuaron un espacio e iniciaron la travesía de montar en medio de la lluvia. El agua como el verso se configuró en otra dificultad.

Trabajaron de lluvia a lluvia durante jornadas de más de 12 horas, actuando sobre la montaña, donde está ubicado el Teatro Stone river, un kiosko adecuado por Robinson Cardona, otro de los integrantes de la obra. Con risa Maryuri simplemente afirma que ha sido “el montaje más mojado”. 

Bajo la guadua y el techo de paja, la Tropa hizo una búsqueda estética entre lo poético del teatro y la hostilidad de la realidad. Mientras Dosquebradas se inundaba, los actores explotaron sus artes corporales y tuvieron una inmersión en una obra que sacude con el cuestionamiento de que hay que despertar del sueño. 

Maryuri explica: “podríamos mostrar solo lo caótico del sueño pero está la posibilidad de soñar la vida para volver a ser. Si esto es sueño lo voy a soñar bien, por eso Segismundo decide reivindicarse con el poder que tiene como príncipe”.

La duda, la ira y la transgresión también tuvieron su lugar en este montaje. 

La duda porque como sigue contando Maryuri “estamos en un dilema con relación al sentido de las palabras”, ya que en algunos casos no sabían si mantener las expresiones originales de la obra o cambiarlas por unas que se entiendan fácilmente en la actualidad, sumado a que les importa mantener el verso sin necesidad de recitar, justamente porque la obra tiene diseñada una estructura gramatical distinta para cada personaje. 

La ira en  aquellos momentos donde los actores se pelearon con sus propios personajes y esas exploraciones por entenderlos. Y la transgresión cuando cada actor propuso interpretaciones y aprovecharon las particularidades para juntar un universo, que según Jhonathan Rodriguez busca “levantar el ladrillo del piso para que haya imaginación” explorando la risa y la angustia.

EL PARTO

Nunca habían montado una obra de esta magnitud en tan poco tiempo, pero justamente lo lograron gracias a su trabajo de 15 años como creadores, lo cual les da las bases porque, como dice Diego, “la experiencia no es la sumatoria de talentos, son los equívocos y aprender a trabajar en colectivo” sorteando lo que ellos llaman los amores y desamores que trae consigo compartir tanto tiempo juntos.

Hicieron una primera muestra de su obra el 01 de junio en el Teatro Alcaraván, el mismo en el que ensayan día tras día en Dosquebradas. Se trató de una presentación íntima, otra costumbre que tienen para devolver al lugar donde ensayan el resultado de sus esfuerzos creativos. Según Maryuri, si contara cuántas veces han presentado la obra hasta el día de su estreno en Pereira, podría sumar 6 o 7, incluyendo la presentación en el Teatro Colón, “uno de los teatros más sorprendentes del mundo”, según la BBC de Londres. 

Como los hijos, que con parirlos no es suficiente, los integrantes de Tropa Teatro después de cada una de sus presentaciones siguen haciendo un ejercicio de perfeccionamiento, donde evalúan lo que hay que corregir para trabajar sobre lo montado. Así, siguen escuchando lo que sus personajes les susurran y que más allá de la actuación los lleva a cuestionarse como humanos.